Traidora república o nación amiga. Imágenes sobre Estados Unidos, movilizaciones patrióticas y nacionalismos en el País Vasco en 1898

Coro Rubio Pobes

Universidad del País Vasco UPV/EHU. Departamento de Historia Contemporánea

e-mail: coro.rubio@ehu.eus

ORCID iD: http://orcid.org/0000-0003-4466-1348

 

RESUMEN

La guerra contra Estados Unidos por Cuba generó en toda España una oleada de antiamericanismo ligada estrechamente a una encendida retórica españolista. Se manifestó también en el País Vasco, pero a la vez tuvo lugar en él el descubrimiento por el nacionalismo aranista de Estados Unidos como “nación amiga”, generándose una visión de largo recorrido en su historia. Los dos nacionalismos existentes entonces en este territorio, español y vasco, reaccionaron de forma diferente al estallido de la guerra y se proyectaron en una concepción distinta de lo que Estados Unidos representaba: traidora república yankee o nación amiga libertadora de pueblos oprimidos. El propósito en este artículo es explicar, a través de la prensa vasca de la época, tales visiones, la retórica patriótica y las movilizaciones populares (sociabilidad informal) contra Estados Unidos que aquel acontecimiento suscitó, observando cómo se expresaron a través de todo ello dichos nacionalismos.

 

ABSTRACT

Traitorous Republic or Friendly Nation. Images of the United States, Patriotic Mobilizations and Nationalisms in the Basque Country in 1898.- The Spanish-American War of 1898 produced a wave of Anti-Americanism in all Spain, very closely associated with a heated Spanishist rhetoric. It was also expressed in the Basque Country, but at the same time triggered the discovery by Basque nationalism of the United States as a “friendly nation” (an interpretation present in Basque nationalism throughout all its history). Both Spanish and Basque nationalisms, that existed then in this territory, reacted differently to the outbreak of the war and built opposite ideas of the symbolic meaning of the United States: a traitorous republic or a freeing referent. The aim of this article is to explain, through the Basque press of the period, divergent points of view, as well as the patriotic rhetoric and the popular mobilizations –expression of informal sociability– against the United States raised by the war.

 

Submitted: 3 December 2019. Accepted: 4 March 2020

Citation / Cómo citar este artículo: Rubio Pobes, Coro (2020) “Traidora república o nación amiga. Imágenes sobre Estados Unidos, movilizaciones patrióticas y nacionalismos en el País Vasco en 1898” Culture & History Digital Journal, 9 (2): e018. https://doi.org/10.3989/chdj.2020.018

PALABRAS CLAVE: Guerra de Cuba; Imagen de Estados Unidos; Antiamericanismo; Americanismo; Nacionalismo español; Nacionalismo vasco; Identidad nacional; Sociabilidad informal.

KEYWORDS: Spanish-American War; Image of the United States; Anti-Americanism; Americanism; Spanish nationalism; Basque nationalism; National identity; Informal sociability.

Copyright: © 2020 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia de uso y distribución Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0).


 

CONTENIDOS

ABSTRACT

RESUMEN

INTRODUCCIÓN

LA ESTIGMATIZACIÓN DE ESTADOS UNIDOS DESDE EL ARDOR PATRIÓTICO: LA TRAIDORA Y BÁRBARA REPÚBLICA YANKEE

MOVILIZACIONES POPULARES CONTRA EL ENEMIGO. ANTIAMERICANISMO Y ANTISEPARATISMO VASCO

OTRAS ACTITUDES HACIA LA GUERRA. LA VISIÓN DE ESTADOS UNIDOS DESDE EL NACIONALISMO VASCO

CONCLUSIÓN

AGRADECIMIENTOS

NOTAS

REFERENCIAS

INTRODUCCIÓNTop

Sobre la guerra de 1898 entre España y Estados Unidos por Cuba existe una amplia producción historiográfica, si bien el caso vasco sigue ofreciendo un terreno fértil para el análisis. Disponemos de algunas aproximaciones a cuestiones concretas, como las reacciones políticas ante la guerra (Mees, 1997), la posición de influyentes personajes como el industrial Pablo Alzola (Alonso Olea, 2000), la recluta militar (Agirreazkuenaga, 2012) o la actitud del nacionalismo vasco hacia el independentismo cubano (Ugalde, 2012), además de breves referencias al País Vasco en los estudios generales que se ocupan de la contienda (e.g.Serrano, 1984, pp. 119-122). Sin embargo, no se ha analizado aún la oleada de antiamericanismo que, estrechamente ligada a una encendida retórica españolista, se desató en aquella coyuntura en el País Vasco, las diferentes visiones que sobre Estados Unidos suscitó la guerra, las movilizaciones sociales que desencadenó y el papel que la prensa vasca tuvo en todo ello. La guerra contra Estados Unidos por Cuba generó en toda España un sentimiento antiestadounidense que se manifestó también en el País Vasco de forma muy similar a otras partes de España, pero a la vez significó el descubrimiento por el nacionalismo vasco de Estados Unidos como “nación amiga”, libertadora de pueblos oprimidos, iniciándose en él un pro americanismo que desarrollaría en años posteriores. Los dos nacionalismos presentes entonces en este territorio, español y vasco, reaccionaron de forma diferente al estallido de la guerra y se proyectaron en una concepción distinta de lo que Estados Unidos representaba: villano enemigo o país libertador. Mi propósito en este artículo es explicar, a través de la prensa vasca de la época, tales visiones y las reacciones y movilizaciones populares (sociabilidad informal) contra Estados Unidos que aquel acontecimiento suscitó, observando a la vez cómo el ardor patriótico desatado se dirigió no solo contra el enemigo exterior, sino también contra el separatismo vasco, revelando las tensiones identitarias que empezaban a asomar en la sociedad vasca. Utilizaré para todo ello una muestra de prensa lo suficientemente representativa del plural panorama ideológico que en aquellos momentos presentaba el País Vasco (Vizcaya, Guipúzcoa y Álava): dos periódicos monárquico conservadores, La Unión Vascongada y El Nervión; uno liberal fuerista, El Noticiero Bilbaíno; otro republicano, La Voz de Guipúzcoa; otro liberal demócrata, La Libertad; dos tradicionalistas, El diario de Álava (integrista) y El Alavés; el socialista La lucha de clases; y dos nacionalistas, El Fuerista y Euskalduna.

El entusiasmo patriótico y la exaltación nacionalista española que habían acompañado a la guerra de independencia de Cuba desde su estallido en febrero de 1895, se habían mantenido, aunque con altibajos, hasta la primavera de 1898. La declaración de guerra a España por parte de Estados Unidos en abril de aquel año fue un momento álgido de revitalización de ese entusiasmo y también de expresión de un encendido antiamericanismo, que no fue sin embargo la primera muestra de este sentimiento en España, aunque así haya sido considerada hasta fechas recientes –arrancaría en realidad de finales del siglo XVIII (Rodríguez Jiménez y Fernández de Miguel, 2011, p. 8; Fernández de Miguel, 2012, p. 30)–. Se desató a partir del 19 de abril, tras reconocer el día anterior el Congreso estadounidense, con el respaldo de la opinión pública, el derecho de independencia de la isla antillana. La movilización social no se hizo esperar: el día 20 las gentes vitorearon en las calles de Madrid el discurso de la Corona de apertura de las Cortes defendiendo la integridad del territorio español, y por la noche se produjeron tumultos callejeros. La salida del embajador de Estados Unidos al día siguiente fue acompañada de más desórdenes y la despedida en la estación del Mediodía de Madrid de las tropas movilizadas para responder a la declaración de guerra concentró a miles de personas. Las manifestaciones se extendieron la última semana de abril por todo el Estado (Offner, 1997, pp. 195-196; Pérez Ledesma, 1998, pp. 100-101; Elorza y Hernández Sandoica, 1998, pp. 334).

La emoción patriótica y antiamericana fue alentada por diversos agentes movilizadores, pero la prensa desempeñó un papel fundamental, incluida la prensa republicana: exaltó el heroísmo nacional, denigró al adversario y creó expectativas optimistas, e irreales, sobre las posibilidades de triunfo (Pérez Ledesma, 1998, pp. 107-112). Esta emoción también se desató en las provincias vascas, singularmente en Bilbao, estallando entre el 23 y 25 de abril de 1898, y la prensa periódica desempeñó en ellas un papel similar. Con excepción de la prensa nacionalista, como veremos, los periódicos ofrecieron puntual información sobre el estallido de la guerra, las movilizaciones organizadas en contra de Estados Unidos, la formación de batallones voluntarios y las contribuciones a la suscripción nacional para sufragar los gastos bélicos. Y lo hicieron, salvo el socialista La lucha de clases, que mantuvo una posición contraria a la guerra, enardeciendo el patriotismo español, llamando a la unidad de la patria y denostando a Estados Unidos, a los yankees, que fue la apelación recurrente para referirse a dicho país.

Antes de comenzar, es preciso señalar que las visiones sobre Estados Unidos que generó la Guerra de Cuba en el País Vasco no fueron las primeras que se formaron en él. De la mano del fuerismo federal y republicano, se había construido en los años setenta del siglo XIX otra previa, que veía en Estados Unidos un referente político inspirador, un modelo de república federal y descentralización administrativa, al que apelaron autores como Casimiro de Jausoro o Julián Arrese con el fin de legitimar su interpretación de los fueros vascos como libertades democráticas (vid.Rubio, 2019). Pero esta visión, intelectual, no tuvo ni mucho menos el alcance social de las que se formularían en 1898 con ocasión de la Guerra hispano-estadounidense, difundidas en la prensa y a través de movilizaciones en las calles. Es igualmente preciso señalar que la exaltación de nacionalismo español que se produjo en esta coyuntura incidió sobre un medio social en el que existía otro nacionalismo, el vasco, todavía muy joven y de escasa base social –Sabino Arana había fundado el Partido Nacionalista Vasco (PNV) solo tres años antes, en 1895–, que rechazaba la identificación con España, hege-mónica en el siglo XIX y característica del vasquismo fuerista. El panorama identitario en el País Vasco se había hecho más complejo desde el final de la última guerra carlista. En los años 90, en los que Arana planteó una identidad vasca excluyente, surgieron en él tensiones que el clima de exaltación patriotera que suscitó la guerra de independencia cubana haría manifiestas. “Muera España” y “viva Euskeria independiente”, había gritado por primera vez Sabino Arana en público en agosto de 1893. “Muera España”, gritó un joven estudiante en Bilbao un domingo de marzo de 1896 en el paseo del Arenal, tras interpretar la banda municipal el pasodoble Cádiz y prorrumpir un nutrido grupo de estudiantes vivas a España y fueras a los Estados Unidos y a los yankees (acabó siendo agredido por ellos).[1]

LA ESTIGMATIZACIÓN DE ESTADOS UNIDOS DESDE EL ARDOR PATRIÓTICO: LA TRAIDORA Y BÁRBARA REPÚBLICA YANKEETop

Patriotismo de género chico (Serrano, 1984, p. 337): esta es la definición más certera que se ha dado de la retórica españolista desatada en 1898, hueca, estridente y belicista. Como en otras partes de España, también la prensa vasca desplegó en sus páginas tal retórica, y lo hizo para alentar el patriotismo popular español, asumiendo un papel activo de propaganda y agitación social. Fue plenamente consciente de la magnitud del esfuerzo bélico que requeriría enfrentarse a Estados Unidos y de la importancia que en una guerra así tenía la propaganda patriótica para generar consenso social, animar la movilización belicista y facilitar la recluta. La Voz de Guipúzcoa, diario republicano, lo reconocía de esta forma en su ejemplar de 24 de abril de 1898: “Si hemos de salvar España, necesario es que nos inspiremos todos en el patriotismo más puro”, y en el integrista El Diario de Álava se podía leer el día anterior: “Una sola cosa es necesaria en estos difíciles momentos para España, y es que todos se inspiren en un verdadero patriotismo”.[2] La Unión Vascongada, diario monárquico de San Sebastián, publicó un artículo titulado “La Gran Obra”, en el que afirmaba que la clave de una exitosa respuesta a Estados Unidos era lograr encender el patriotismo español:

Para esto, nada mejor que una propaganda decidida y continua; tóquense las fibras del patriotismo; píquese el amor propio de los españoles; llámese a las puertas del honor y de la dignidad, y este pueblo noble se levantará como un solo hombre, sin reparar en las fuerzas del enemigo, sin considerar la magnitud del peligro.

Y daba ejemplo sobre cómo hacerlo, apelando al imaginario nacional español, a sus grandes hitos bélicos, Trafalgar, Sagunto, Numancia o la Guerra de Independencia, “porque es imposible que sea cobarde o pesimista el que se haya empapado en las brillantes páginas de nuestra historia”. Concluía diciendo: “Refrescar la memoria de nuestros compatriotas con el relato de los triunfos y conquistas de diecinueve siglos; sembrar esperanzas, hacer concebir ilusiones, esa es la labor de hoy, en la que debemos tomar parte todos los que de un modo u otro podemos influir en la muchedumbre”. [3] La prensa, exceptuando la socialista y la nacionalista vasca, asumió así la misión de convertirse en agente activo de ese patriotismo, instruyendo sobre los sentimientos españoles y antiamericanos que debían despertarse en todo buen ciudadano.

Las expresiones de antiamericanismo en el País Vasco habían comenzado antes de 1898, desde el mismo momento en que se constató la injerencia estadounidense en la insurrección cubana. Ya en marzo de 1896, el mismo día en que el Congreso de Estados Unidos reconoció la condición de beligerantes a los insurrectos cubanos, el periódico integrista El Diario de Álava denunció en sus páginas “la infamia que nos hace una nación que contábamos por amiga”; “el ultraje inmotivado, la ofensa infundada, la traición alevosa de una nación que ningún motivo de queja tiene contra España, que la ha dispensado siempre todo género de consideraciones, y de la que era lógico esperar amistad sincera”. Lo hizo calificando a Estados Unidos de “nación ambiciosa” de “aviesa intención” y denostando a los “mercachifles norteamericanos” que “juzgaron fácil la anexión de nuestra grande Antilla al territorio de su tan cacareada como informal repúbli-ca”.[4] Traidor fue la primera de una larga serie de descali-ficaciones que la prensa vasca lanzó contra Estados Unidos entre 1896 y 1898, y que resumía ya, en ese mismo mes de marzo, El Noticiero Bilbaíno, el periódico de mayor circulación en Vizcaya, al publicar este soneto “con motivo del insulto dirigido a España por el Senado norteamericano”:

Pueblo de mercachifles que insolente/ incita a España, a quien debe la existencia;/ ella te enseñará por la expe-riencia/ cómo venga la ofensa noblemente. Agacha tu cerviz, pueblo demente;/ que si a Iberia le falta la paciencia,/ te pega un puntapié por tu insolencia,/ ostentando sin mancha su alta frente. Yankees son; ya se ve por lo procaces;/ espúreos hijos, desecho de naciones,/ mercaderes sin patria, pero auda-ces,/ los que ofenden de España los blasones;/ pero pronto verán esos rapaces/ cuál contesta esta patria de leones. [5]

Las descalificaciones a Estados Unidos conocieron su momento álgido en el mes de abril de 1898, en torno a la declaración de guerra. El lenguaje empleado, trufado de insultos, fue de una enorme virulencia y el retrato deshumanizado de los estadounidenses, animalizado, singularmente recurriendo a la imagen del cerdo, frente a la que se contraponía la del león español, un lugar común. La imagen gráfica jugó un papel importante en la movilización de la opinión pública en toda España y los grandes diarios, como El Imparcial, El Liberal o Heraldo de Madrid, recurrieron reiteradamente a la imagen del cerdo para ofrecer una visión despectiva de Estados Unidos (Elorza y Hernández Sandoica, 1998, pp. 354, 370-371). Cerdo, monstruo, reptil... El periódico monárquico conservador de Bilbao El Nervión describía el 24 de abril a Estados Unidos como “reptil inmundo, que no tiene más corazón que un pedazo de oro, ni más ley que la razón de la fuerza”; país de “mercaderes de cerdos” que habían tomado la bondad española por “miedo y decadencia de nuestra raza”, y La Voz de Guipúzcoa, diario republicano, lo calificaba de “iracundo monstruo que quiere devorarnos con el poder de su oro entre sus asquerosos tentáculos”.[6]

Se retrató a los estadounidenses como un pueblo amoral rendido al culto al dinero, materialista, poderoso económicamente (se menciona reiteradamente el oro de los yankees), pero villano. Tal imagen respondía fielmente a los clichés y estereotipos que habían ido forjando en España a lo largo del siglo XIX el catolicismo conservador y el tradicionalismo: los de vulgaridad e ignorancia, como consecuencia de una democracia en la que el vulgo se imponía a las élites; hipocresía, por proclamarse demócratas y permitir la esclavitud; ateísmo y protestantismo (pese a la contradicción); infantilismo; rudeza y violencia; arrogancia; materialismo. Eran expresión de un antiamericanismo decimonónico, de marcado carácter conservador, que percibía como amenaza los valores liberal democráticos y el afán de expansión territorial de la república trasatlántica (Rodríguez Jiménez y Fernández de Miguel, 2011, pp. 7-9; Fernández de Miguel, 2012, p. 64). Y a la vez definía, en un juego de contra imagen, una idea de España, acorde con la concepción de nación española hegemónica en la época, la que difundía el nacionalismo conservador de la segunda mitad del siglo XIX (sobre él vid.Álvarez Junco, 2001, pp. 381-ss.). Todos esos clichés fueron reproducidos y difundidos por la prensa vasca. La Libertad, diario liberal demócrata editado en Vitoria, insultaba a los estadounidenses en abril de 1898 llamándoles “falange de mercaderes, reyes del negocio y del reclamo”, afirmando que carecían de todo aquello que era clave en una guerra y que “es el valor, es el amor patrio, es la abnegación, la conciencia del deber, el sentimiento del honor, la noble emulación, la convicción del propio derecho, el desprecio del peligro”, valores que “ni con todo el oro del mundo podrían nuestros adversarios adquirirlos”, pero que España sí poseía.[7] El integrista El Diario de Álava hablaba de “infames yankees”, de un “pueblo traidor, que se ha vendido hipócritamente por amigo y que ahora trata de pisotear la justicia, arrancándonos nuestra propiedad, usurpándonos nuestros dominios”; “canallas”, “mercaderes venales”, “pueblo de protestantes, de mercaderes sin conciencia” que querían arrebatar a España sus colonias “porque sí, por la fuerza bruta”; “nación que a todo trance, sin más razón que su desmesurada codicia y el poderío de su fuerza, quiere arrebatarnos lo que legítimamente nos corresponde”.[8] Por su parte, El Noticiero Bilbaíno, diario liberal fuerista, les acusaba también de codicia, además de rudeza y falta de civilización, expresada entre otras cosas en el déficit de feminidad de que afirmaba adolecían las mujeres:

Un amigo nuestro que conoce bien a los yankees, entre los que ha vivido algunos años, nos decía anoche: -Allí no hay amor a la patria, ni sinceridad, ni afecto a nadie, ni limpieza. Los hombres no se mueven más que por el dinero, ni tienen otra ley ni otro afán. Y en cuanto a las mujeres, son casi todas unas marimachos que solo se lavan mensualmente. ¿Sentimientos delicados? No los busques allí. A lo mejor vas en el tranvía y te sueltan una coz, en vez de darte las buenas tardes.[9]

El retrato negativo que difundió la prensa alcanzaba expresiones tan extremas como la contenida en el poema “A Yankia”, que publicó La Libertad el 24 de abril y reprodujo El Nervión –e igualmente periódicos de otras partes de España, de Asturias por ejemplo (Gómez Gómez, 1994, p. l64)–. El poema despreciaba a Estados Unidos con argumentos raciales, utilizados con profusión en toda la prensa española a lo largo de la guerra (también dirigidos contra los rebeldes cubanos):

Híbrido pueblo, advenediza gente;/ vil mezcolanza de la vil escoria/ que allí escupió el antiguo continente. ¡Espúrea raza, sin honor ni historia!/ Hedionda madriguera,/ donde todo lo innoble y mal nacido/ halla su centro y natural esfera.../ refugio de reptiles asquerosos! ¿Cómo, pueblo villano,/ canalla de los pueblos, cómo osaste/ despertar de su sueño soberano/ al león español, y le ultrajaste?. [10]

Proseguía contraponiendo el “noble caballero” español al “lacayo soez enriquecido, aunque a servil apesta”, y advertía a los estadounidenses sobre que si un día el león español (metáfora de nobleza y fortaleza) decidía clavar las uñas en su “maldito suelo”, tendría que temblar ante su fiereza y poderío. Así, a la par que se denigraba a Estados Unidos se ensalzaba a España, que ofrecía la contra imagen. Frente al cerdo, el león; frente al canalla y villano estadounidense, el hidalgo caballero español; y frente a la república amoral sin Dios, la católica España.

El elemento religioso se utilizó, especialmente en la prensa más conservadora, para contraponer ambos países: “Miserables expoliadores abigarrados de una República sin Dios” que habían ultrajado “el bendito suelo de España”, clamaba El Nervión: “tenemos a Dios de nuestra parte, que no dejará que se hunda su católico pueblo, su España. [...] ¡Ah! de los Estados Unidos! ¡qué gran responsabilidad adquiere ante Dios y ante la historia!” .[11] El integrista El Diario de Álava publicaba el 21 de abril un manifiesto de Ramón Nocedal en el que calificaba a la entonces inminente guerra contra Estados Unidos de “justa, patriótica y santa” y afirmaba que sería “guerra contra herejes, contra extranjeros insolentes y soberbios que nos han llenado de oprobios y quieren arrancarnos un pedazo de nuestra patria, descubierto, conquistado y civilizado con la sangre, la fe y el amor de nuestros padres.”[12] La prensa tradicionalista llamaba al pueblo español a combatir a “los herejes de Washington” “con la Cruz en una mano y la espada en otra”, afirmando que “Religión y patria han sido los dos emblemas de nuestra fortuna y de nuestras conquistas”.[13] Pero no solo la prensa más conservadora apelaba al elemento religioso: el liberal demócrata La Libertad explicaba que España estaba llamada a ganar la guerra gracias a la intervención divina y a la causa justa que defendía: “Dios nos dará la victoria porque peleamos por nuestros derechos sacrosantos y por una causa justa”.[14]

La villanía de Estados Unidos se evidenciaba, según la prensa vasca, en su ilegítima y traidora injerencia en la guerra independentista cubana, en su nulo respeto a los principios del Derecho internacional y en su forma de hacer la guerra recurriendo al corso. Estados Unidos fue representado como canalla agresor, frente a una España que actuaba noblemente, solo en legítima defensa. El Diario de Álava le acusaba de esta forma de originar la guerra – culpando a la vez a los gobiernos liberales de ser “causa única de las desdichas que padecemos y de las que nos amenazan”[15]–:

Tres años han permanecido los yankees observando tras las cortinas la marcha de la guerra separatista que ellos suscitaron, armaron y sostienen todavía; y cuando han visto que [...] la insurrección iba a ser aniquilada y vencida, arrojan la máscara y dan la cara con la procacidad y desvergüenza del ladrón.[16]

El Nervión de 23 de abril afirmaba: “Una vez más han puesto de manifiesto los cerdos de Norte América que el derecho internacional es letra muerta para ellos”.[17] Ese mismo número daba noticia de la captura del bergantín goleta español San Buenaventura en aguas de Florida, presentándolo como “un acto de piratería de los yankees, en consonancia con la canallesca conducta que han venido observando con España desde que empezó la guerra de Cuba”, y añadía que habían disparado el primer cañonazo contra la Marina española “a traición, como de costumbre”.

La imagen del pirata permitía asociar a los estadounidenses con la barbarie, la ausencia de civilización, que por contra representaba España. Era el argumento antagónico que, junto a otros (vid.Elizalde, 2005, pp. 24-27), empleaba Estados Unidos para justificar ante su ciudadanía la intervención en Cuba, el de la misión democrática y civilizadora que debía llevar a la isla frente a la barbarie española –imagen esta última alimentada por la violenta política de reconcentración personificada en Weyler (vid.Stucki, 2017)–. El ejemplar de El Nervión del 26 de abril calificaba de “Guerra de piratas” la desplegada por Estados Unidos al capturar buques mercantes españoles, afirmando que ellos “provocaron el conflicto” y que “el sistema de guerrear de los yankees, a pesar de su tan cacareada civilización, dejará mucho que desear” porque “desconoce lo más sustancial en esta materia, [y] es el mismo que emplean los rebeldes cubanos: disparar por la espalda y a traición, cuando comprenden que pueden alcanzar alguna victoria, sin hacer frente al valeroso ejército español”. Concluía: “No olvide nuestro gobierno que la escuadra yankee no puede realizar acto alguno digno, elevado, como podría esperarse de cualquiera otra nación.” Era un argumento de civilización frente a barbarie, usual en la Europa de la época (Osterhammel, 2015, p. 1160), que utilizó igualmente el republicanismo español para descalificar a los insurgentes cubanos –racializándolos y sexualizándolos (vid. Garcia-Balañà, 2019, p. 161)– o el regionalismo catalán para rechazar la autonomía de la isla (Núñez Seixas, 2018, pp. 41-42), y que también recogió la prensa francesa. Aunque Francia se declaró país neutral en esta guerra, buena parte de su prensa se solidarizó con España, condenando la agresividad de los “impérialistes protestants” en artículos a menudo pagados por los servicios secretos españoles (Nouailhat, 1979, pp. 11-12). Apelar a esa prensa permitía reforzar el discurso e incluso otorgar una dimensión europea a la causa de España: ese mismo ejemplar de El Nervión informaba en un breve de que el periódico parisino Le Eco había escrito que “la causa de España es la de la civilización contra los bárbaros de los Estados Unidos” y que “Europa debe castigar a los que contra todo derecho llevan a cabo actos de piratería, como los hacen los yankees”.[18]

El uso de la palabra yankee, cuyo origen sigue hoy siendo oscuro, se generalizó en España en esta coyuntura. Así lo constataba El Noticiero Bilbaíno en marzo de 1896: “Ahora que con motivo de la actitud que han tomado los Estados Unidos en la cuestión de Cuba, tantas veces al hablar de los naturales de esa República se les llama yankees, no estará de más el explicar el origen de esta palabra”. Ofrecía dos posibles interpretaciones: “Según unos, este nombre que, envolviendo cierta intención irónica, han dado los ingleses a los americanos de los Estados Unidos, es una imitación de la manera que tienen los negros y los indios de pronunciar la palabra English (inglés)”, y según otros derivaba del apodo que en la Guerra de Independencia se dio a un soldado gracioso que “hacía con sus chistes las delicias de la tropa”, equivaliendo así la palabra yankee a charlatán y bufón, y haciéndose célebre a raíz de que la inmortalizara la canción Yankee doodle “convertida en canto nacional”.[19] En cualquier caso, el sentido del uso del término fue muy despectivo, todo un insulto. Se utilizó además como sinónimo de antipatriota y traidor, para sembrar sospechas sobre la conducta de determinadas personas. El diario republicano alavés La Libertad tildaba de “yankees” a quienes, presas del miedo, cambiaban en los bancos billetes por plata, acusándoles de difundir el pánico financiero entre la gente sencilla: “Gente vil y soez que más que españoles debiera llamárseles traidores [...] Son yankees, no españoles, cien veces más aborrecibles que aquellos”. Animaba incluso al acoso contra ellos:

A esos españoles recastados de yankee, a esos hijos espúreos de la noble España, es a quien la opinión pública debía señalar con el dedo, llamándoles por sus nombres, ahuyentándoles como fieras dañinas hasta acorralarlos en sus casas, de donde no debieran salir sino de noche, como los roedores y ciertos animales inmundos a menos de exponerse a que el pueblo, ese pueblo que manda a sus hijos a la guerra, le escupiera en el rostro y azuzara a la multitud al grito de “a ese ¡al yankee! ¡al yankee!”.[20]

En ocasiones se emplearon como sinónimos las palabras yankee y americano, si bien en una sociedad como la vasca, emisora de emigración hacia América, la asimilación en carga negativa que ello implicaba suscitó algún rechazo expreso. La Voz de Guipúzcoa publicó el 21 de abril una carta abierta del liberal guipuzcoano Juan Antonio Muñagorri en la que se defendía así del insulto que un carlista le había lanzado en la prensa llamándole americano:

Llamar americanos a los que somos guipuzcoanos, dando a esta gracia una intención estúpida, pues el haber vivido en América algún tiempo no constituye nada denigrante sino que por el contrario constituye un título honroso para los que con nuestro trabajo hemos podido ganar lo necesario para vivir, llamarnos americanos, digo, como si esto fuera un insulto, solo cabe en la cabeza de [un] chorlito.[21]

Otro término negativo empleado contra Estados Unidos, que también se generalizó en esta coyuntura en toda la prensa española, fue el de “jingoísta”. El Nervión explicaba así a sus lectores el significado de esta palabra, constatando su reciente uso:

Todos los periódicos del mundo vienen hablando a propósito del conflicto hispano-americano de Jingoísmo, Jingo y Jingoístas, designando con este nombre a los fanáticos yankees partidarios de la guerra contra todo lo que no sea americano de la Unión. Jingo es una palabra que nada expresa ni nada significa en sí, y que no está en uso sino desde hace diez años. Hoy día se le da el mismo significado que a la expresión francesa “Chauvin” y a la española “Patriotero”.

Añadía también que el término procedía de una canción inglesa de finales de los años ochenta que contenía la exclamación “by Jingo”, y que a partir de ella se había creado “una palabra simbólica, grito patriótico que expresa intransigencia y la vanidad anglo-americana”.[22] Aunque el término “imperialista”, marca que se convertirá en la principal expresión de antiamericanismo en el siglo XX, no aparecería asociado a Estados Unidos en la prensa vasca hasta los meses posteriores a la derrota –tampoco en la española (Fernández de Miguel, 2012, pp. 78-79)–, “jingoísta” apuntaba en esa dirección.

Se acusaba a la república trasatlántica de ser un agresivo invasor, además de un país ignorante que minusvaloraba a España y su capacidad de respuesta, pero a la vez se trufaban esas acusaciones con bravuconadas de nostálgico imperialismo español. El Noticiero Bilbaíno decía el 25 de abril:

Por fin los yankees se han salido con la suya. Nos han declarado la guerra, creyendo, sin duda, que los españoles éramos un pueblo muerto, sin dignidad, sin decoro y sin cuartos. [...] Ahora verán quiénes somos [...] lo más probable será que después que les zurremos la badana en alta mar, nos dirijamos a Nueva York con objeto de no dejar piedra sobre piedra. Iremos entrando a saco en todas las poblaciones más importantes; y cuando ya no tengamos nada que hacer allí, cogeremos unos cuantos miles de yankees y los traeremos a casa con objeto de dedicarlos al pasto en los montes de Extremadura. ¡Buena matanza se prepara para el próximo invierno! [23]

El Nervión llegó a proponer que si España lograba derrotar a Estados Unidos debía aprovechar para recuperar Florida, “aquel pedazo de suelo español, tan ignominiosamente cedido a los americanos por los imbéciles consejeros de Fernando VII y a instancia de su favorito Godoy.”[24] El nacionalismo español de la época, conservador y católico, entendía a España no solo como nación sino como “gran potencia” mundial (Álvarez Junco, 2001, p. 500), alimentando un imperialismo nostálgico que encontró aquí una vía de expresión. La retórica de ardor patriótico y furor antiamericano desatada en la prensa, a través de la que se expresaba ese nacionalismo español conservador, no podía ser más encendida (ni más falta de realismo).

MOVILIZACIONES POPULARES CONTRA EL ENEMIGO. ANTIAMERICANISMO Y ANTISEPARATISMO VASCOTop

La prensa vasca no se limitó a desplegar una retórica denigratoria sobre el enemigo yankee, sino que también alentó movilizaciones populares contra él. El Noticiero Bilbaíno incitaba el 25 de abril a un boicot a los productos comerciales estadounidenses diciendo: “Todo cuanto huele a yankee, es decir, todo cuanto huele mal, ha sido retirado de la circulación. Las mantecas norteamericanas, con o sin vejiga, han sido proscritas de las cocinas españolas, y son muchos los ciudadanos que se han comprometido a no usar otra grasa que el aceite peninsular.” Y ofrecía el ejemplo de un comerciante de este producto que se había sumado al boicot, a pesar de que no podría resistir ni quince días sin esas ventas, con estas palabras de inmolación en sacrificio patriótico: “antes que rendirme a los productos de esos bestias prefiero morir en un rincón”.[25] La prensa vasca también promovió, como la de otras partes de España, la suscripción popular al empréstito de guerra, animando a sus lectores a donar dinero. El citado periódico lo hizo con estas palabras: “debemos acudir todos con nuestro dinero, mucho o poco, según la posición de cada uno, pero aportando cada cual el óbolo que el gobierno español nos pide para que lo depositemos en el altar de la patria.”[26] Por su parte, La Libertad informaba el 27 de abril de que se había organizado una “función patriótica” en la plaza de toros de Vitoria y una representación teatral para recaudar fondos para la guerra añadiendo: “¡Ojalá esos espectáculos [...] tengan como hermoso remate un lucido rendimiento que aumente en nombre de Vitoria los productos de la subscripción nacional”[27]. Unos días después, señalaba a las mujeres que iban a asistir a la función de la plaza de toros que, “atendiendo al carácter esencialmente patriótico de la fiesta, sería de muy buen efecto lucieran todas la clásica mantilla española.”[28]

Lucir la mantilla o llevar adornos con los colores de la bandera nacional fue otra de las conductas patrióticas que estimuló la prensa, ofreciendo reiteradas noticias sobre la presencia en las calles de dicha bandera e ilustrando a sus lectores acerca de ella.El Nervión publicó un artículo el 25 de abril, reproducido también en otros periódicos, explicando el origen y significado de la bandera rojigualda, “nuestra bandera nacional”, y El Noticiero Bilbaíno de ese mismo día informaba de que “numerosas señoras y señoritas lucían ayer rosetas y otros adornos con los colores nacionales”.[29] En el ejemplar del día siguiente, daba cuenta de una entusiasta exhibición de banderas españolas en el teatro, en la representación de El regimiento de Lupión, obra de Pablo Parellada, estrenada el 23 de abril en el Nuevo Teatro de Bilbao, que exaltaba los valores militares –en esta coyuntura proliferó en toda España el teatro político, originado en la Guerra de la Independencia, singularmente el de actualidad militar (Freire López, 2001; Salgues, 2010, pp. 305-306)–. Explicaba que cuando al finalizar la obra todos los actores sacaron al escenario banderas rojigualdas, momento en el que fue leído un telegrama sobre la captura de dos barcos estadounidenses por un cañonero español, el entusiasmo patriótico explotó: “La gente, de pie, no cesaba de dar vivas a España, a la marina, al ejército y a Cuba española, y mueras a los yankees”, pidiendo a la orquesta que tocara la Marcha de Cádiz.[30] Este pasodoble, compuesto por Federico Chueca para la zarzuela Cádiz en 1886, fue reiteradamente entonado en aquella coyuntura como un himno nacional en toda España (vid.Encabo, 2007, p. 102-104), también en las manifestaciones patrióticas que se organizaron en las calles de varias ciudades del País Vasco los días 23, 24 y 25 de abril de 1898.

La información sobre estas manifestaciones, que se acompañó de comentarios loatorios y expresiones de apoyo, fue igualmente utilizada por los periódicos para estimular movilizaciones sociales contra Estados Unidos y de respaldo a la guerra. Bajo el titular “Patriotismo en acción” el diario republicano La Voz de Guipúzcoa dio noticia de las que tuvieron lugar el 23 de abril en Tolosa, Oñate y Zumárraga. La de Tolosa fue organizada por el Casino de la villa y la formó un “inmenso gentío” de diversa condición social, con participación del Ayuntamiento y el clero, “cuanto de notable encierra Tolosa, fabricantes, industriales, propietarios, obreros, todos poseídos del mayor entusiasmo”, que marcharon enarbolando una bandera española “a los viriles acordes del pasodoble Cádiz” tocado por la banda municipal: “Jamás ha presenciado esta villa espectáculo semejante”, afirmaba admirativamente el corresponsal del diario. Desde el balcón de las Escuelas Pías, que lució una colgadura con las inscripciones “¡Viva España!” y “¡Viva Colón!” en letras doradas, se lanzaron impresos con un verso patriótico firmado por los Padres Escolapios y titulado “¡Viva España!”, cuyo contenido, que reproducía el periódico, decía: “La Nación de la falsía/ quiere hollar nuestra bandera,/ [...] Tolosanos, no dudemos/ que hemos de ser lo que fuimos./ Los que a Napoleón vencimos/ a los yankees venceremos.” También se repartieron impresos con un verso del novelista Juan Venancio Araquistain –una de las figuras señeras de la literatura romántica vasca y del vasquismo fuerista–, igualmente titulado “¡Viva España!”, que contenía estas diatribas contra Estados Unidos:

Ardiendo en fuego de rapaz codicia/ el Jingo infame nos provoca a duelo/ y hollando toda fe, toda justicia,/ tiende su garra sobre el patrio suelo!/ ¡Pues guerra quieren, vamos a la guerra!/ Si ellos piden a su oro la victoria,/ hierro es lo que produce nuestra tierra,/ y con hierro está escrita nuestra Historia!/ ¡Dios nos protege! ¡Nuestro es el derecho!/ Láncense al mar las flotas Españolas, y caiga el Jingo a nuestros pies desecho/ o húndase la España entre sus olas![31]

En Zumárraga, la noche del día 23 se organizó una manifestación espontánea en la que, según La Voz de Guipúzcoa, tomó parte “casi todo el vecindario”. Discurrió también al compás de la Marcha de Cádiz interpretada por la banda municipal, dando vivas a España, al Ejército y a la Marina española, y lanzando cohetes al aire que “parecían así como el desahogo de manos ociosas por desgracia, aunque sí dispuest[a]s a hacer todo lo que redunde en beneficio de la patria querida, a la que los codiciosos yankees pretenden pisar con sus inmundas plantas.” El artículo concluía diciendo: “no lo consentiremos, y como siempre, el león español se enseñoreará sobre su enemigo”. [32] En la manifestación que el día 23 se celebró en la localidad guipuzcoana de Oñate, cuya fábrica de cerillas suspendió la actividad para que sus obreros pudieran participar en ella, fue quemado “un monigote que representaba a Mac-Kinley, con morro de cerdo, después de haber sido medio deshecho por el furor de los manifestantes.”[33] También en Irún hubo movilizaciones, de las que informó igualmente La Voz de Guipúzcoa: el mismo día 23, el orfeón de la ciudad interpretó en la plaza central el canto espartano –“himno abreviado de toda patria”, como lo definió Ernest Renan[34]– y los círculos recreativos de la ciudad (el Círculo de la Amistad, el del Recreo y el Tradicionalista), que estuvieron “concurridísimos”, organizaron una manifestación para la tarde del día siguiente, invitando al clero y a los centros oficiales a participar en ella.[35]

Todas esas informaciones se acompañaban de mensajes dirigidos a ofrecer una imagen de unidad sin fisuras en torno al sentimiento nacional frente al enemigo yankee. Es lo que había reclamado la reina en su discurso del 20 de abril, afirmando contar “con una nación unida y compacta contra la agresión extranjera” (cit. Serrano, 1984, p. 334). La Voz de Guipúzcoa, al informar de la manifestación de Tolosa del día 23, concluía: “desde ayer no hay en Tolosa partidos políticos, no hay más que patriotas. Y esta fraternidad, esta unanimidad de ardientes deseos del bien de nuestra querida España se consolidará aún más el día en que todos juntos podamos celebrar la primera gloriosa victoria de las armas Españolas”, y cerraba la noticia con un ¡Viva España! La información sobre la de Irún se abría con la misma exclamación y su autor afirmaba sumarse “a los sentimientos del pueblo” uniendo “con verdadera pasión mi grito de ¡Viva España! ¡Vivan el ejército y la marina! ¡Viva Cuba Española!”.[36] Los periódicos ofrecían una imagen de unidad emocional en torno a la patria española. Sin embargo, no fue tan unánime como trataron de mostrar: las movilizaciones en Bilbao así lo pusieron de manifiesto.

El 23 de abril hubo manifestaciones en Bilbao a lo largo de todo el día. La primera se inició a las 8,30 de la mañana cuando unos 200 estudiantes –los jóvenes estuvieron al frente de las movilizaciones nacionalistas en toda España (Smith, 1999, p. 164)– se dirigió a la Universidad de Deusto dando “vivas a España, a Cuba española, al ejército y la marina y mueras a los yankees”, según relató El Noticiero Bilbaíno.[37] Allí exigieron al rector que interrumpiera las clases y, ante su resistencia, apedrearon el edificio, logrando finalmente su objetivo. La manifestación se dirigió al centro de la ciudad, creciendo en número. Salieron a saludarla el alcalde y el diputado provincial, y el gobernador civil se sumó a ella: al llegar al Arenal la formaban ya más de 800 personas. Los manifestantes fueron reclamando que se izara la bandera española en los edificios importantes, el Ayuntamiento, la Diputación y el Banco de Bilbao, y llevaron en hombros a un soldado y un oficial, que fueron muy ovacionados. Por la tarde volvió a organizarse otra concentración de estudiantes en el Arenal, que acabó reuniendo a 3000 personas. Marcharon exhibiendo ocho banderas españolas, alguna con inscripciones de “Estudiantes de Bilbao ¡Viva España! ¡Bizkaitar Gazteak!”, siendo saludados desde los balcones. Al pasar por delante de la sociedad El Sitio –emblema del Bilbao liberal desde su creación en 1875– vitorearon la bandera española izada en ella, pero al hacerlo por delante de la sociedad fuerista Euskalerria –fundada en 1878 por Fidel Sagarmínaga para reclamar la reintegración de los fueros vascos– dieron silbidos. Para aquellos manifestantes, era sospechosa de falta de patriotismo español.

La identificación con España había sido un componente fundamental del fuerismo, la ideología hegemónica en el País Vasco durante el reinado isabelino, que había predicado el doble patriotismo, vasco y español. Pero la encrucijada de 1876, en la que se desmantelaron los fueros y se introdujo el servicio militar obligatorio, dio a luz un nuevo fuerismo, intransigente se le llamó, que encarnaron los miembros de la Sociedad Euskalerria. A la altura de 1898 estaba ya en fase agónica y tenía un presidente, el naviero Ramón de la Sota, que había iniciado un irreversible acercamiento al nacionalismo vasco y acabaría ingresando en el PNV ese mismo año, al romperse la sociedad (Corcuera, 1979, p. 448). Sobre el fuerismo euskalerriaco se había lanzado la acusación de separatista desde hacía tiempo. Su órgano de prensa, La Unión Vasco Navarra, denunció ya en 1880 que les habían empezado a hacer “la guerra, los liberales llamándonos ultramontanos y vergonzantes, y los otros, liberales, y de disparate en disparate han concluido por llamarnos separatistas” (cit. Corcuera, 1979, p. 129). La acusación de separatistas había sido arrojada ya décadas atrás contra el País Vasco: una de las primeras veces que se blandió fue en 1862, con ocasión de la fundación del Obispado de Vitoria, para denunciarlo como un intento de los vascos de reforzar su particularismo foral (Rubio, 2001). Aunque fue una acusación fantasma, pues ninguna de las ideologías presentes en este territorio rechazó el vínculo con España hasta la aparición del nacionalismo sabiniano, acabaría prosperando y contribuyendo a construir la imagen de los vascos como enemigo interior –y por ende enemigo de la democracia española (vid.Molina, 2010)–. Volvió a dejarse oír en el clima de exaltación española desatado en abril del 98, utilizada ahora como arma política arrojadiza dentro del propio País Vasco. Para esos bilbaínos que hinchaban sus pechos con las soflamas patrióticas españolistas, los euskalerriacos tenían un tufo antiespañol y separatista.

Al caer la noche, la manifestación de la que hablamos adquirió mayores proporciones, sumándose a ella las cigarreras y hojalateras que salían de sus empleos. Tras marchar exigiendo de nuevo la izada de banderas españolas, volvió a situarse frente a la Sociedad Euskalerria, “que se hallaba cerrada y con las luces apagadas”, y “algunos individuos arrojaron piedras porque no se colocaba en los balcones la bandera española, la cual fue izada con el fin de evitar un conflicto”, explicó El Noticiero Bilbaíno. Acabó por tanto siendo atacada. La manifestación prosiguió y se produjo un segundo incidente, este protagonizado por socialistas, que en toda España se mostraron muy críticos con la guerra y la exaltación patriotera (vid.Fusi, 1975, p. 204; Serrano, 1984, pp. 100-105). Según relató La Voz de Guipúzcoa, “elementos socialistas” se unieron a la manifestación y “algunos individuos arrebataron la bandera española al que la llevaba, la rasgaron y la pisotearon”, generándose un tumulto. El Nervión lo calificó de “espantoso” y explicó que los autores del hecho, que fueron detenidos, tuvieron que ser protegidos al querer los manifestantes arrojarlos a la ría.[38]

El día 24 de abril hubo más manifestaciones en Bilbao, dos de ellas “imponentes y llenas de un entusiasmo que rayaba en delirio”, según El Nervión. Una la formaron alrededor de cinco mil personas y fue organizada por un conocido comerciante, Baldomero Padró, que, montado a caballo, exhibió una bandera con las inscripciones “¡Viva España con honra!”, “Guerra y exterminio a los yankees!”, “Nuestra primera victoria!”, y en la que estaban pintados dos vapores estadounidenses en el momento de ser apresados por un cañonero español. Marcharon al son del pasodoble Cádiz, y en todos los edificios públicos los manifestantes fueron izando la bandera española. Pasaron también frente a la Sociedad Euskalerria “para pedir que se izase la bandera española”, según relató El Noticiero Bilbaíno, pero al no haber nadie en su local, entraron en él y “dos manifestantes subieron con una bandera que ellos llevaban y la colocaron en el mirador. Al aparecer la bandera nacional, el entusiasmo fue delirante. Se repitieron con más calor los vivas a España y al ejército y los mueras a los yankees”, relataba dicho periódico. Un soldado fue paseado en hombros por los manifestantes, vitoreados desde los balcones, muchos adornados con banderas españolas, y la manifestación finalizó en el Arenal, donde la banda municipal ejecutó la Marcha de Cádiz “más de diez veces, en medio de delirantes vivas a España”.

La segunda manifestación, que El Noticiero Bilbaíno calificó de “grandiosa”, fue organizada por la sociedad El Sitio y la formaron, según informó, unas ocho mil personas, que no cesaban de dar vivas al Ejército, a la Marina y a España. En ella hubo otro significativo incidente –que es mencionado, sin analizar, por casi todos los estudios sobre nacionalismo vasco desde el de Corcuera (1979, p. 447)–. Mientras el grueso del grupo se dirigía hacia la Comandancia de Marina, algunos manifestantes se desviaron al domicilio de Sabino Arana. Una vez situados frente a la casa, la banda ejecutó la Marcha de Cádiz en medio de entusiastas vivas a España y mueras al separatismo, y algunos individuos arrojaron piedras contra los balcones de la vivienda, rompiendo los cristales. El episodio, que decidió a Arana a huir temporalmente de Bilbao, fue una expresión de rechazo popular al separatismo nacionalista, entendido por una parte de la sociedad vasca como otro enemigo de España, este interior, convirtiéndose en blanco, como Estados Unidos, de las iras patrióticas. La manifestación llegó finalmente hasta la sede del Gobierno Civil y allí, tras atar a un árbol una enorme bandera de Estados Unidos, se le prendió fuego: “a los acordes de la marcha de Cádiz y entre calurosos vivas a España y mueras a los yankees se hizo un auto de fe con la bandera yankee. El entusiasmo rayó en delirio”, explicó El Noticiero Bilbaíno. La manifestación se disolvió a las dos de la tarde, pero por la noche algunos manifestantes quemaron en el Arenal una efigie del presidente Mc-Kinley.[39]

Del incidente en el domicilio de los Arana no dijeron una sola palabra aquellos periódicos que no querían mostrar la más mínima fisura en la imagen de unidad de los vascos en torno a la patria española. Como por ejemplo El Nervión, que se limitó a informar sobre la quema de la bandera estadounidense diciendo que el entusiasmo “llegó al frenesí cuando un individuo apareció con una bandera yankee, quemándola y pisoteándola”. Para este periódico, los manifestantes merecían “el aplauso unánime de todos” al comportarse “como verdaderos patriotas que se cobijan bajo la bandera de la Nación para con sus pechos defenderla”, y declaraba unirse “en todo a ellos contra el vil yankee: ¡Viva España!”.[40] Sí se refirió sin embargo a los incidentes, de forma muy crítica, La lucha de clases, que en el ejemplar del 30 de abril explicó que desde el día 22 se estaba viviendo una explosión patriotera en toda España y que las manifestaciones habían llegado tarde a Bilbao, pero que lo habían hecho “con daño”: “Dígalo si no la sociedad Euskalerría, que tendrá que pagar los vidrios que la rompieron los manifestantes, y dígalo don Sabino Arana, a quien también no le dejaron un cristal sano en los miradores de su casa. Es mucha la cultura de los que van por ahí escandalizando al son de la marcha de Chueca.”[41]

Insultos, quema de banderas estadounidenses, bravuconadas belicistas y muchas banderas españolas. Y también elocuentes muestras de rechazo al nacionalismo vasco. Todo ello formó parte de las movilizaciones organizadas contra la guerra, que lejos de expresar una unanimidad sin fisuras en torno a la patria española pusieron de manifiesto las tensiones políticas e identitarias que se gestaban en la sociedad vasca. Aunque fuera todavía muy minoritario el nacionalismo vasco, el encendido clima patriotero español descrito las desató. Respecto a ese clima, si bien la identificación con España seguía siendo mayoritaria entre la población, la exaltación españolista vivida en el País Vasco en 1898 fue tan hueca como en otras partes de España. Es preciso no dejarse arrastrar por el discurso patriotero de la prensa. Hace ya tiempo, Carlos Serrano llamó la atención sobre la distancia que hubo en esta coyuntura entre retórica y realidad: “nunca había sido tan grande el desfase entre la virulencia del nacionalismo de pandereta al uso y el auténtico sentir de los españoles a quienes iba dirigido”, asegurando que lo que mejor definía la situación era una parafernalia falsa, gestos forzados, banderas equívocas y gritos fingidos (1998, pp. 337). Para Álvarez Junco (2001, p. 587) la indiferencia popular hacia la guerra evidenciaba una insuficiente nacionalización de las masas, si bien otros autores han matizado recientemente esta interpretación (e.g. Garcia-Balañà, 2019, p. 184). Una mirada atenta a la propia prensa vasca deja ver evidencias de esa indiferencia. Los periódicos que dieron profusa noticia de las manifestaciones de los días 23, 24 y 25 de abril no mencionaron sin embargo ninguna en Vitoria, ni siquiera los editados en la ciudad, como el Diario de Álava o La Libertad.[42] Este último, unos días antes de que Estados Unidos declarara la guerra, atribuía al carácter “reposado y tranquilo” de los alaveses la ausencia de esas movilizaciones:

Nuestro pueblo reposado y tranquilo cual pocos, no tiene bulliciosas explosiones de entusiasmo ni aún en instantes como estos en que parecen exigir las circunstancias [...]. aquí no ha habido hasta ahora, ni hemos notado su falta, vivas, gritos, manifestaciones ni demás obligados adornos del justo enojo español contra la falacia yankee.

Mejor es comportarnos de este modo y mucho más si tan prudente conducta se acompaña de “algo” que demuestre por ahí fuera que también hasta Vitoria llegan los anhelos de contribuir en lo que se pueda al auxilio de las muchas necesidades que sobre la patria gravitan.[43]

Y ese algo, añadía, eran gestos como lucir la mantilla española en una novillada que se estaba preparando en la ciudad. El periódico trataba así de estimular de alguna forma el patriotismo español de los alaveses, que no parecía responder al entusiasmo que exigían “las circunstancias”. También el semanario socialista editado en Bilbao La lucha de clases daba clara medida del alcance de la explosión de retórica patriotera y el fervor belicista en su ejemplar del 30 de abril explicando lo siguiente:

Una de las manifestaciones que hemos padecido se paró frente al cuartel [de Garellano], pidiendo que la música tocara la marcha de Cádiz. Entonces el referido capitán dijo en alta voz, desde la puerta del cuartel, que fueran pasando los que quisieran marchar a Cuba, que en seguida les pondría el traje de rayadillo. ¡Y ... no pasó ni uno![44]

Aunque en 1898 se generaron en el País Vasco espacios propicios para vivir una intensa “experiencia de nación”, esta ha de ser observada con cautela. La retórica patriótica por sí sola no ofrecía fiel medida de la realidad social, más compleja y plural de lo que ella quería reflejar.

OTRAS ACTITUDES HACIA LA GUERRA. LA VISIÓN DE ESTADOS UNIDOS DESDE EL NACIONALISMO VASCOTop

El panorama de ardor patriótico descrito no define a la totalidad de la prensa vasca de la época, pues existieron otras actitudes hacia la guerra. Como la de la prensa socialista, que al igual que en otras zonas de España, fue muy crítica con ella (Seoane y Sáiz, 2007, p. 153). El diario bilbaíno La lucha de clases, en el que escribió Unamuno, reclamó la paz y se desmarcó claramente de la retórica patriotera, que criticó por hipócrita y hueca, recordando constantemente que quienes vociferaban vivas a España no eran los pobres que morían en ella. Ya tras el hundimiento del Maine había denunciado a quienes “piden guerra sin cuartel desde la barrera y llaman tocineros y cerdos a los yankees, amenazando ir a Nueva York a atracarse...de cerdo”, asegurando que ellos no participaban “de odios de razas ni de nacionalidades”.[45] El 23 de abril ironizaba sobre las manifestaciones antiestadounidenses y el patriotismo hueco de los jóvenes estudiantes diciendo: “Mucho discurso patriótico, mucho dar la sangre por España y, total, mucho no ir a clase”. El 30 de abril calificaba de “circo nacional” la explosión patriótica desatada, de “manifestacionitis aguda”, “de empacho de himno de Cádiz”, de “cólico de ¡Viva España!” y criticaba que se calificara de “buenos patriotas” a los que daban dinero para el empréstito de guerra y no a los que dejaban su vida en ella. En sus páginas no hay rastro de la retórica patriotera, ni de los insultos a Estados Unidos, ni del mordaz retrato que hemos visto, si bien ello no le impidió criticar el comportamiento de dicho país afirmando que “los gobernantes de los Estados Unidos se han comportado como unos auténticos canallas y que España tiene razón”.[46] En ningún momento despreció su poder, sino todo lo contrario: tras la derrota de Cavite de 1 de mayo, el semanario afirmaba que la noticia había caído “como una bomba entre los patriotas vocingleros que creían buenamente que los norteamericanos eran en efecto cerdos incapaces de manejar un barco”, y denunciaba que “los jingos españoles” habían empujado a la guerra contra “la poderosa República de Norte América” a un gobierno “negligente y medroso”.[47] En su actitud crítica, llegó incluso a dar la vuelta al argumento de barbarie frente a civilización que hemos visto: el ejemplar de 14 de mayo informaba de la agresión por varios individuos a un trabajador francés de Papelera Vizcaína al ser confundido con un “yanki” mientras iba en su bicicleta, “para que se convenzan ustedes de que España es un pueblo culto, liberal, civilizado y los Estados Unidos un país de bárbaros, de cerdos y de otros animales”.[48]

También encontramos otro panorama informativo y otra visión sobre la guerra y sobre Estados Unidos en la prensa nacionalista vasca. En 1898 se editaban dos periódicos que expresaban posiciones ideológicas afines al nacionalismo vasco: el diario donostiarra El Fuerista, publicado entre 1888 y 1898, en su origen integrista, y en torno al que se registraron en Guipúzcoa los primeros brotes sabinianos, con Engracio Aranzadi como principal propagandista (Corcuera, 1979, pp. 441-442; Aizpuru, 2000, pp. 64-85); y el semanario Euskalduna, publicado en Bilbao entre 1896 y 1909, portavoz de la Sociedad Euskalerria hasta 1898, y desde entonces portavoz del grupo euskalerriaco del Partido Nacionalista Vasco (el de Ramón de la Sota), un periódico que se definió como nacionalista desde su aparición, si bien se movió entre el fuerismo y un nacionalismo moderado que Sabino Arana despreció, acusándole de ser españolista (Corcuera, 1979, pp. 289-300; De la Granja, 2015, p. 47).

El Fuerista, aunque sí informó sobre la guerra (lo que pudo informar, pues dejó de publicarse en mayo), no lo hizo en el mismo tono belicista y de inflamado españolismo que los otros periódicos analizados, centró su atención en cuestiones de derecho internacional y de libertad de comercio relacionadas con la contienda, y no denigró a Estados Unidos. El 23 de abril insertaba en primera plana, detrás de un artículo titulado “Amor a Euskeria”, otro dedicado a “Estados Unidos y el Derecho Internacional” en el que, aún reconociendo que este país no respetaba las normas internacionales, mostraba así su admiración por él: “Políticos sagaces, tratadistas estudiosos y caudillos osados han hecho de los Estados Unidos una nación poderosa que invocando el principio de la nacionalidad americana han constituido una confederación vastísima”. A diferencia del tono bravucón de la mayoría de la prensa vasca, El Fuerista, con acertada visión profética, llamaba la atención sobre su poder: “España se las tiene que ver con una nación que tarde o temprano habrá de salirse con la suya”; los Estados Unidos ocupan “un puesto preeminente en el actual desdichadísimo concierto de las naciones”. Ello no le impedía denunciar su apoyo a “las fuerzas insurrectas de Cuba, a las que ha dispensado una protección tan constante como descarada, en un todo opuesta a los principios que invocaba en frente de Inglaterra, cuando ésta favorecía a los Estados separatistas del Sur [en la Guerra de Secesión].”[49] Aunque criticaba a Estados Unidos, no desplegaba la retórica insultante de otros periódicos. Y a diferencia de los que alentaban el antiamericanismo detallando sus explosiones callejeras, El Fuerista no lo hacía, e incluso relativizaba esas expresiones. En ese mismo número, informaba de que el cónsul estadounidense Mr. Woodford había pasado por San Sebastián al salir de España con dirección a Francia, señalando que “poca gente bajó a la estación a la llegada del tren y que había permanecido indiferente, sin producirse altercados que sí habían tenido lugar en otras partes, pues en Valladolid había sido apedreado”.[50] El ejemplar del 24 de abril no decía una palabra de las varias manifestaciones patrióticas que acababan de celebrarse, e incluía sin embargo una crónica en la que hablaba del desarrollo urbano de Nueva York, señalando que era la segunda ciudad más grande del mundo.[51]

Por su parte, los artículos que sobre la guerra publicó Euskalduna fueron escasísimos y su tónica general fue la de guardar silencio. Pero el 20 de marzo de 1898 publicó uno muy elocuente titulado “Había Providencia...”, en el que sostenía que la guerra de Cuba era un justo castigo divino a España por su comportamiento con los vascos al finalizar la última Guerra Carlista. Se refería así al desmantelamiento de los fueros en 1876, alentado por una opinión pública española que los consideraba responsables del conflicto. Denunciaba el injusto trato dado a las provincias vascas por parte del resto de España: “atada Euskalerría, amordazada, impotente para valerse, vio que llegaban a su prisión las regiones todas de España para mofarse de ella, escarnecerla en medio de aquella estupenda orgía que había fabricado el Triunfo”. Y presentándolo como culminación de los agravios recibidos a lo largo del siglo, añadía: “Nosotros creemos [...] que el Dios de la Justicia se ceba en los Gobiernos de España y en el pueblo por ellos regido, como ambos se cebaron en la desgraciada Euskalerría.” Para Euskalduna la guerra era por tanto el justo castigo que España merecía. En ese artículo definía a Estados Unidos como “un pueblo de un siglo de existencia, que lleva a Europa un siglo de adelantos materiales” y que se había colocado “a la cabeza de los pueblos libres fin de siglo”. Sin embargo, esa libertad le producía abierto recelo, pues eran “libres, sin conciencia; libres, sin familia; libres, sin sociedad; libres, sin patria; sin más espíritu que el espíritu de conservación que crea el egoísmo socialista”, un ejemplo del “atomismo liberal más radical y más anárquico”. Pero ese pueblo, añadía, “había fabricado exprofeso” una insurrección en Cuba” que había “extenuado a España” .[52] Ahí es precisamente donde Sabino Arana, que solo tres años antes había fundado el PNV, encontró la razón para simpatizar con Estados Unidos. Como había escrito en el periódico nacionalista Bizkaitarra en diciembre de 1894, “tanto nosotros podremos esperar más de cerca nuestro triunfo, cuanto España se encuentre más postrada y arruinada”.

Arana, que compartía la visión de Euskalduna sobre la guerra, vio en Estados Unidos a un país libertador, la antítesis del colonialismo que representaba España, el país opresor de los vascos. Como ya ha sido señalado, criticó duramente el colonialismo español, aunque también mostró reticencias hacia los independentistas cubanos (y filipinos), derivadas de su rechazo al liberalismo y de su particular concepción de la nación, por la que solo la raza originaria de cada territorio tenía derecho a la independencia y no quienes tenían lazos biológicos con sus opresores, como sucedía con los criollos cubanos (Núñez Florencio, 1990, pp. 258-262; Mees, 1997, p. 252; Ugalde, 2012, p. 221). Estados Unidos aparecía ante sus ojos, y ante los de sus seguidores, como “el defensor de los pueblos oprimidos”. Esas son las palabras que figuraron en el telegrama de felicitación que el 22 de septiembre de 1901 envió un grupo de nacionalistas vascos a Theodore Roosevelt al ser nombrado presidente y sobre el que informó el New York Times del día siguiente bajo el título “Basques congratulate Mr. Roosevelt”, diciendo: “San Sebastian, Spain, Sept. 22- The Nationalist of the Basques Provinces have sent a message to President Roosevelt congratulating him upon his accession and expressing their best wishes for the welfare of the United States as the “defender of oppressed peoples”.[53]

Cuando el 20 de mayo de 1902 Roosevelt retiró las tropas estadounidenses de Cuba y reconoció a la isla como república independiente (tras asegurarse el derecho de injerencia a través de la Enmienda Platt), Sabino Arana decidió, en nombre del PNV, pero sin consultar con nadie[54], enviarle un telegrama de felicitación por la liberación de Cuba del esclavismo español, estableciendo un paralelismo con la –por él así entendida– necesaria liberación de la nación vasca. Decía ese telegrama, fechado el 25 de mayo:

Roosevelt, Presidente Estados Unidos. Washington. Nombre Partido Nacionalista Vasco felicito por independencia Cuba por Federación nobilísima que presidís, que supo liberar la esclavitud. Ejemplo magnanimidad y culto justicia y libertad dan vuestros poderosos estados, desconocido Historia, e inimitable para potencias Europa, particularmente latinas. Si Europa imitara, también nación vasca, su pueblo más antiguo, que más siglos gozó libertad rigiéndose Constitución que mereció elogios Estados Unidos, sería libre. Arana Goiri.[55]

País libertador y excepcional ejemplo de libertad, al que eran incapaces de imitar las “naciones latinas” (en referencia a España y Francia): así entendió a Estados Unidos Sabino Arana. En su telegrama, que recurría al mito de los vascos como pueblo más antiguo de Europa y en el que afloraban los planteamientos raciales de su doctrina, establecía también un paralelismo entre la Constitución estadounidense y la “Constitución” vasca, en referencia a los fueros, que calificaba de antiguas libertades, tal como había hecho, en otro contexto discursivo, el fuerismo republicano dos décadas antes (Rubio, 2019, pp. 46-49). Incluso recordaba a Roosevelt que esa “libertad”, esos fueros, habían despertado la admiración de Estados Unidos: hacía referencia así a las palabras elogiosas que John Adams escribió sobre los vascos en 1780, cuando aún no era presidente, tras un rápido viaje por el País Vasco –y que pocos años después matizaría con una demoledora crítica sobre los fueros, que Arana y el posterior nacionalismo vasco decidieron ignorar–.

El oficial de Correos al que Sabino Arana dictó el telegrama evitó el envío, dio aviso a las autoridades y estas ordenaron su detención y encarcelamiento en la prisión de Larrínaga (De Pablo, 2015, pp. 60-61). Desde la prisión, Arana solicitó por carta al vicecónsul estadounidense en Bilbao, Carlos Jensen, que hiciera llegar al presidente Roosevelt el telegrama interceptado, pero este, en lugar de hacerlo, entregó la carta a las autoridades espa-ñolas.[56] Entonces, fue acusado de rebelión y el fiscal solicitó una pena de ocho años de prisión. La vista oral se celebró en noviembre y fue finalmente absuelto. Aunque aquel telegrama no llegó a su destino, sí logró cierto eco: el periódico francés La Patrie informó a sus lectores de que la felicitación que “le chef du parti nationaliste de Biscaye” Sabino Arana había enviado al presidente de Estados Unidos “pour le feliciter de la proclamation de l’indépendence cubaine” había sido interceptado por la censura española, y que el propio Roosevelt tuvo conocimiento de los hechos y encargó a su embajador en España pedir explicaciones al ministro de exteriores.[57]

Durante su encarcelamiento, Arana escribió una carta a su mujer en la que se refería a Estados Unidos como “nación amiga del vasco” (cit. De la Granja, 2015, pp. 47):

Los periódicos franceses dicen ya que los Estados Unidos reclaman a España la entrega del telegrama y mi libertad. Si esto es cierto, el fruto es mucho mayor de lo que yo me esperaba. Yo sólo quería que en los Estados Unidos y en Inglaterra se supiese que los vascos queremos la independencia de nuestra patria; pero esto es más: esto es encontrar una nación amiga del vasco, y es ver por vez primera humillada a España frente al nacionalismo vasco.

Su romántica visión de Estados Unidos le llevaba a interpretar la injerencia de este país en la Cuba pos independencia, e incluso en Filipinas, como una tutela benefactora: “ha sujetado a Cuba y sujeta aún a Filipinas, a un ensayo de capacidad para gobernarse, legislarse y administrarse recta y honradamente y con libertades internas mucho más acabadas que las que poseen las mismas Francia y España”, escribió desde la cárcel en un artículo que se publicó en junio de 1902, en el que también afirmaba que “un gran número de bizkainos desean abandonar la condición política de españoles, para hacerse o súbditos de Inglaterra o ciudadanos de los Estados Unidos, según cuál sea la potencia que más ventajas de libertad y de justicia les ofrezca, y, para vivir en esta península, más protección de sus personas y sus bienes les otorgue.”[58] Poco después Arana iniciaría su controvertido giro españolista, recomendando a sus correligionarios acatar la soberanía española y apostar por un autonomismo pragmático, que su fallecimiento en noviembre de 1903 le impidió desarrollar.

Estados Unidos quedó fijado desde 1898 en el imaginario colectivo del nacionalismo vasco aranista como el gigante defensor de la libertad hacia quien podían mirar los pueblos oprimidos. Esta visión se reforzó en enero de 1918, cuando Woodrow Wilson publicó los famosos Catorce Puntos, hablando entre ellos del derecho de autodeterminación de los pueblos. Ese mismo año, eligiendo una fecha tan simbólica para el nacionalismo vasco como el 25 de octubre –efeméride para él luctuosa porque la Ley de Fueros de 1839 acabó en aquella fecha, según interpretó Sabino Arana, con “la independencia vasca”–, la dirección del partido publicó un comunicado al pueblo vasco en el que reclamaba para Euzkadi el derecho de autodeterminación de que hablaba Wilson, interpretándolo eso sí de modo simplista, como una defensa de los débiles frente a los fuertes (Núñez Seixas, 1995, p. 258). Además, los siete parlamentarios nacionalistas vascos dirigieron un mensaje de solidaridad a Wilson en que le explicaron que hasta el 25 de octubre de 1839 “Euzkadi” era “una nacionalidad independiente” y que “la independencia vasca murió” en esa fecha. Un artículo publicado en el diario nacionalista Euzkadi el 31 de octubre del mismo año, titulado “Por qué estamos con Wilson”, alababa a “la gran República americana” y ofrecía una lectura de la guerra de 1898 en la que España era la potencia imperialista y explotadora y Estados Unidos la libertadora, sin rastro ya de aquellas reticencias manifestadas hacia este país por el semanario Euskalduna en 1898:

La actitud de la gran República americana es merecedora de toda alabanza. Pueblo enamorado, de nobles ideales, siempre les sirvió generosamente. El mismo acto en que muchos españoles fundan su odio al pueblo de Wilson, fue, sin duda, espléndida ostentación de generosidad. Porque su intervención en la guerra que España sostenía con Cuba –con Cuba explotada sin piedad, si hemos de creer lo que luego declaraban los españoles– arrancó de sentimientos de piedad. Y lo probó, concediendo a Cuba la independencia, cuando pudo quedarse con la hermosísima isla sin que las potencias de primer orden, y las que lo fueran, aunque no lo parezcan, pudieran con algún decoro aparecer como escandalizadas. [59]

Manejando una concepción clásica de imperialismo (definida por la ocupación física y explotación directa del territorio), el PNV parecía no comprender la política exterior estadounidense, atrapado entre una imagen romántica del gigante americano y el dictado de sus propios intereses nacionalistas. Para el partido, como explicaba el artículo citado, Wilson había seguido en sus Catorce Puntos “la tradición generosa de su pueblo”, anunciando “que el poder militar de una nación no puede fijar el destino de los pueblos, sobre los que no tiene otro tipo de derecho que el de la fuerza; que no puede dejarse en libertad a las naciones fuertes para imponerse a las débiles”. Afirmaba que los nacionalistas vascos comulgaban con las ideas de Wilson porque expresaban “el espíritu de nuestra propia alma”, y finalizaba afirmando que se unían a Wilson “como hijos de la nacionalidad más pequeña, más antigua, más libre y honrada, hoy indignamente sojuzgada”. También entre los nacionalistas catalanes el principio de autodeterminación de los pueblos wilsoniano fue acogido con entusiasmo. Fuera de estos sectores, suscitó sin embargo escepticismo, a pesar de que en ese tiempo Wilson logró una gran popularidad en España y se extendió una visión positiva de Estados Unidos como referente de modernidad, promovida por una activa campaña de propaganda estadounidense, disolviéndose en las primeras décadas del siglo XX el sentimiento antiamericano del 98 (Niño, 2012, p. 87; Montero, p. 2011; Elizalde, 2005, p. 56).

Esa visión tan positiva (y ciega) de Estados Unidos como libertador de pueblos oprimidos y “amigo de los vascos” se mantuvo viva en el curso del tiempo entre las filas del nacionalismo aranista. En los años cuarenta, cuando el Gobierno Vasco y el PNV se vieron obligados a marchar al exilio a causa de la Guerra Civil, volvieron a dirigir su mirada hacia este país. El lehendakari José Antonio Aguirre, tras una primera etapa de exilio en París y huida por Europa, buscó ayuda en el coloso americano, tratando por todos los medios de establecer un hilo de comunicación directa con el gobierno de Estados Unidos, con la esperanza de que modificara su política hacia la España de Franco y combatiera por el retorno a la democracia, y lo hizo incluso después de la firma de los Pactos de Madrid de 1953 .[60] Aunque vio frustradas sus expectativas, el nacionalismo aranista –no así la nueva rama que surgió con la aparición de ETA a finales de los años cincuenta, que introduciría una actitud distinta (vid.De Pablo, 2019)– siguió manteniendo viva la positiva visión de Estados Unidos que había construido en torno a 1898. La construcción en Bilbao, en febrero de 2011, de una estatua a John Adams como “amigo de los vascos”, dispuesta por un Ayuntamiento del PNV, que fue situada en un lugar simbólico de la principal calle de Bilbao, junto al edificio de la Diputación de Bizkaia, emblema foral, ofrece buena muestra de la fuerza de esta visión.

CONCLUSIÓNTop

La Guerra de Cuba generó en la prensa vasca una narrativa patriotera y de estigmatización del enemigo yankee, similar a la que puede encontrarse en la generalidad de la prensa española, que fue utilizada, al igual que en esta, para generar consenso social y político ante la guerra y ayudar a la movilización popular, y en la que se expresó el nacionalismo español, alentando el sentimiento de identidad nacional en un juego de imagen y contra imagen. República traidora, cobarde, hereje, atea, materialista, incivilizada y liberal: este fue el retrato que hicieron sobre Estados Unidos los periódicos, atribuyéndole valores antitéticos de los que afirmaban representar España: valor, honor, catolicismo, nobleza, caballerosidad, civilización. Esa negativa imagen trazó así en paralelo una contra imagen de España, resumidas ambas en las recurrentes metáforas del cerdo y el león. El agresivo lenguaje empleado en la prensa vasca contra Estados Unidos se acompañó de propuestas de boicot a sus productos comerciales e incluso del espoleo de manifestaciones populares de rechazo en las calles (quema de banderas y de retratos de McKinley, acoso y agresiones a posibles simpatizantes...). Todo ello ayudó a la difusión de una visión muy negativa sobre Estados Unidos, antagónica a la primera imagen que sobre este país se había formado en el País Vasco (en el seno del fuerismo de los años setenta) y que tuvo una propagación social mucho mayor que esta, pues la prensa y las movilizaciones patrióticas que la trasladaron a las calles permitieron dirigirla a amplias capas de población. Frente al carácter intelectual y positivo de aquella primera visión, esta fue popular y fuertemente negativa. No fue sin embargo la única formulada, pues existió otra mirada alternativa, la del nacionalismo vasco.

La encendida retórica españolista que acompañó en la prensa a la narrativa sobre Estados Unidos, y también difundieron las movilizaciones populares, fue en el País Vasco tan hueca como en otras partes de España, y efímera, pues se esfumó también rápidamente tras la derrota. Tuvo además la particularidad de proyectarse sobre una sociedad que vivía tensiones identitarias derivadas de la aparición de un todavía minoritario nacionalismo vasco que rechazaba la identificación con España. El ardor patriótico desatado al compás del furor antiamericano del 98 intensificó esa tensión y se tradujo en expresiones populares de repulsa al separatismo desde el propio seno de la sociedad vasca: el rechazo a España del nacionalismo vasco le colocó en el lado de sus enemigos y, percibido como enemigo interior, fue, al igual que Estados Unidos, convertido en blanco del furor españolista. No obstante, buena parte de la prensa vasca silenció o minimizó estas tensiones, esforzándose por mostrar una imagen de unanimidad sin fisuras en torno a la patria española, que en realidad no fue tal. El 98 en el País Vasco reveló por tanto las tensiones identitarias que empezaban a asomar en su seno y mostró la complejidad de su paisaje identitario.

Hubo en el País Vasco otras actitudes hacia la guerra y visiones sobre Estados Unidos, que se manifestaron a través de la prensa socialista y de la nacionalista vasca. Esta última difundió una imagen de progreso y poderío de la república atlántica, aun censurando su liberalismo, y llegó a afirmar que la guerra era justo castigo a una España que percibía como opresora. Fue el germen del característico pro americanismo que manifestaría en décadas sucesivas el nacionalismo aranista. Sabino Arana y el primer nacionalismo vasco vieron en Estados Unidos a un “libertador de pueblos oprimidos” y una “nación amiga” de los vascos, desarrollando desde la Guerra de Cuba una imagen positiva sobre este país que enlazaba con la también positiva imagen de los fueristas de los años setenta (si bien esta había sido formulada en otra clave y contexto) y que se reforzaría en 1918, apoyada en el idealismo wilso-niano. Una visión en la que expresaba su doctrina y que tendría largo recorrido en sus filas.


AGRADECIMIENTOSTop

Este estudio se ha realizado en el marco del proyecto financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades de España PGC2018-094133-B-100 (MCIU/AEI/FEDER,UE), Grupo de Investigación de la Universidad del País Vasco GIU17/05.

NOTASTop

[1]

El Noticiero Bilbaíno [ENB], “Las manifestaciones”, 9 de marzo de 1896: p. 1. La prensa periódica consultada en este artículo está disponible en http://www.liburuklik.euskadi.eus, excepto La lucha de clases [LLC] y El Nervión [EN], que están en https://www.bizkaia.eus/kultura/foru_liburutegia/liburutegi_digitala/listado.asp, y los periódicos que lo especifican en su nota. Para aligerar las notas, unifico todas las fechas de consulta en una sola final en la que he testeado la vigencia de las URL consultadas: 31/octubre/2019.

[2]

La Voz de Guipúzcoa [LVG], 24 de abril de 1898: p. 1; El Diario de Álava [EDA], 23 de abril de 1898: p. 1.

[3]

La Unión Vascongada [LUV], “La Gran Obra”, 24 de abril de 1898: p. 1.

[4]

EDA, “España y los Estados Unidos”, 3 de marzo de 1896: p. 1.

[5]

ENB, “A los Estados Unidos”, 6 de marzo de 1896: p. 2.

[6]

EN, “Bilbao”, 24 de abril de 1898: p. 1; LVG, 24 de abril de 1898: p. 1.

[7]

La Libertad [LL], “¡Yankees!, no españoles”, 24 de abril de 1898: p. 1.

[8]

EDA, “Situación crítica”, 22 de abril de 1898: p.1; “La voz de España”, 26 de abril de 1898: p.1.; “Situación grave”, 25 de abril de 1898: p. 1.

[9]

ENB, artículo de Eladio Albeniz, 25 de abril de 1898: p. 1.

[10]

LL, “Cuentos y Cantos. A Yankia”, 24 de abril de 1898: p.1; EN, “Yankia”, 1 de mayo de 1898: p.1.

[11]

EN, “Bilbao”, 24 de abril de 1898: p.1.

[12]

EDA, “La voz del patriotismo”, 21 de abril de 1898: p. 1.

[13]

EDA, “Religión y patria”, 27 de abril de 1898: p. 1.

[14]

LL, “Impresiones”, 21 de abril de 1898: p. 2.

[15]

EDA, “La voz de España”, 26 de abril de 1898: p. 1.

[16]

EDA, “Situación grave”, 25 de abril de 1898: p. 1.

[17]

EN, “Acto de piratería”, 23 de abril de 1898: p. 1.

[18]

EN, “En favor de España”, 26 de abril de 1898: p.3.

[19]

También explicaba que “el nombre Tío Sam con que se suele designar al pueblo angloamericano” parecía proceder de las letras U. S. de United States, “sobre las cuales se ha formado Uncle Sam, o sea Tío Sam”. ENB, “Origen de las palabras yankee y Tío Sam”, 5 de marzo de 1896: p. 1.

[20]

LL, “¡Yankees!, no españoles”, 24 de abril de 1898.

[21]

LVG, 21 de abril de 1898: p. 2.

[22]

EN, “El corso”, 27 de abril 1898: p.1. La explicación era correcta, si bien la canción era de los años setenta y criticaba la política exterior expansionista de Disraelí (Mommsen, 2002, p. 343).

[23]

ENB, artículo de Eladio Albeniz, 25 de abril de 1898: p. 1.

[24]

EN, 1 de mayo de 1898: p. 2.

[25]

ENB, 25 de abril de 1898: p. 1

[26]

ENB, 24 de abril de 1898: p. 1

[27]

LL, “Las funciones patrióticas”, 27 de abril de 1898: p. 1.

[28]

LL, “El festival de mañana”, 30 de abril de 1898: p. 2.

[29]

EN, “Los colores nacionales”, 25 de abril de 1808: p.2; ENB, 25 de abril de 1898: p. 1.

[30]

ENB, 24 de abril de 1898: p. 1.

[31]

LVG, “Patriotismo en acción”, 23 de abril de 1898.

[32]

LVG, 24 de abril 1898: p. 1.

[33]

ENB, “Carta de Oñate”, 26 de abril de 1898: p. 1.

[34]

Ernest Renan, ¿Qué es una nación? [Conferencia dictada en la Sorbona, París, el 11 de marzo de 1882] http://perso.unifr.ch/derechopenal/assets/files/obrasjuridicas/oj_20140308_01.pdf [consultado 31/octubre/2019].

[35]

LVG, 24 de abril de 1898: p. 1.

[36]

LVG, 24 de abril de 1898: p. 1.

[37]

ENB, “Las manifestaciones de ayer”, 23 de abril de 1898: p. 1.

[38]

LVG, 24 de abril de 1898: p. 2.

[39]

ENB, “Las manifestaciones”, 25 de abril de 1898: p. 3.

[40]

EN, 25 de abril de 1898: p. 1.

[41]

LLC, “Notas semanales”, 30 de abril de 1898: p. 2.

[42]

Este periódico solo recogía la celebración en Bilbao el 29 de abril, por alaveses residentes en la villa, de una función religiosa y procesión dedicada a San Prudencio que discurrió a los sones de la Marcha de Cádiz. LL, “San Prudencio”, 29 de abril de 1898: p. 1.

[43]

LL, “Croniquilla”, 17 de abril de 1898: p. 2.

[44]

LLC, 30 de abril de 1898: p. 1.

[45]

LLC, “Tiquis miquis locales”, 19 de febrero de 1898: p. 1.

[46]

LLC, “Notas semanales”, 23 de abril de 1898: p. 2; “Anverso y reverso” y “Notas semanales”, 30 de abril de 1898: p. 1-2.

[47]

LLC, “El honor nacional”; “¡Criminales1”, 7 de mayo de 1898: p. 1.

[48]

LLC, “Notas semanales”, 14 de mayo de 1898: p. 1.

[49]

El Fuerista [EF], 23 de abril de 1898: p. 1.

[50]

Ídem, p. 3.

[51]

EF, 24 de abril de 1989: p. 3.

[52]

Euskalduna, “Había Providencia...”, 20 de marzo de 1898: pp. 1-2.

[53]

Disponible en: https://www.nytimes.com/1901/09/23/archives/basques-congratulate-mr-roosevelt.html [consultado 31/octubre/ 2019].

[54]

Según reconoció en un artículo de 8 de junio de 1902 publicado en el periódico nacionalista La Patria [LP]. Disponible en: http://www.sabinetxea.org/libro/libro/19.html#a [consultado 31/octubre/2019]

[55]

https://es.wikisource.org/wiki/Telegrama_de_Sabino_Arana_a_Theodore_Roosevelt [consultado 31/octubre/2019].

[56]

Según relata Manuel Irujo en un escrito de 1953 titulado “Los aniversarios de Martí y Arana-Goiri y el ocaso del imperio español”. Archivo Histórico de Eusko Ikaskuntza. Fondo Irujo. Caja 50, clave 6345, sign. J.

[57]

La Patrie, “Incident hispano-américain”, 31 de mayo de 1902: p. 1. Disponible en: https://gallica.bnf.fr

[58]

L P, “Desde la prisión”, 8 de junio de 1902. Disponible en: http://www.sabinetxea.org/libro/libro/19.html#a [consultado 31/octubre/2019].

[59]

Euzkadi, “Por qué estamos con Wilson”, 31 de octubre de 1918: p. 1.

[60]

Se estableció una delegación del Gobierno Vasco en Nueva York, se desplegó una campaña de propaganda política y se ofrecieron servicios de espionaje a la Inteligencia estadounidense. Los Pactos de Madrid arrancaron una primera y muy contenida crítica hacia Estados Unidos por parte del PNV, sobre la contradicción de que el adalid de la libertad estableciera relaciones diplomáticas con una dictadura. Vid. Mota, 2016, pp. 261-264.

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